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miércoles, 22 de febrero de 2017

Navegando por el Cabo de Hornos con Julio Verne


¡Bienvenidos a bordo!

Antaño, llevar un zarcillo de oro en la oreja izquierda,  distinguía a los grandes navegantes que hubieran cruzado a vela el temido Cabo de Hornos. Y el zarcillo de plata cuando hubieran hecho uso del motor, en épocas mas recientes.

Ese inhóspito lugar sigue siendo un lugar indómito que justifica  sobradamente el concepto de que la  naturaleza es  salvaje y colosal. Prueba fehaciente de ello son las olas de treinta metros o más  que se alcanzan donde los dos  grandes océanos convergen y donde es habitual que el viento huracanado sobrepase los cien kilómetros por hora, siendo llamados los vientos aulladores, que suponen una  terrible pesadilla para los valientes navegantes,  de la que podéis haceros una idea bastante aproximada en la magnífica película  de Master&Commander.

El nombre de este emblemático cabo se corresponde con la ciudad holandesa de Hoorn, desde donde zarparon los dos hombres  que describieron esta  porción de tierra austral, que linda con  la Tierra del Fuego en la punta de América del sur que pertenece a Argentina.  En neerlandés, se llamó Kape Hoorn, y probablemente el nombre traducido, derivó a Hornos.  En todo caso, pensamientos que se me ocurren...

El canal de Panamá  no existió hasta 1.914 y hasta entonces -y desde la Edad Moderna-,  Hornos había sido el paso obligado por el oeste de África y Europa, entre ambos océanos. Un alto coste en vidas humanas, mercaderías y navíos,  debido a los numerosos naufragios que se han producido en estas latitudes a lo largo de  la historia.

En 1.937 en una bonita localidad de la costa  francesa, en Saint-Malo, se fundó la cofradía de capitanes del Cabo de Hornos, para homenajear a sus intrépidos navegantes. También  mas tarde en Valparaíso (Chile), se formó una asociación, que conservó el espíritu de Saint-Malo de la que os paso la web por si queréis averiguar algo más:  www.caphorniers.cl 
En  Amsterdam (Holanda), también se constituyó la Fundación de navegantes holandeses del Cabo de Hornos: www.kaaphoornvaaders.nl.  Por otra parte, en la Isla de Hornos, cercana al cabo, se erigió el monumento  al Marinero Desconocido,  en  honor a los miles de tripulantes desaparecidos, ya fuera desempeñando sus labores en cubierta, en las jarcias, o víctimas de los naufragios.

Navegado por la red,  busqué este breve vídeo en youtube para compartirlo con vosotros; en él podréis apreciar la magnitud del océano en esas latitudes.  Sobran las palabras.





Como reconocimiento a esta peligrosa travesía, se otorga un trofeo a los navegantes que  lo han surcado solo a vela, que no hayan utilizado el motor ni hayan largado el ancla.

En 1856 también hubo una joven mujer  que navegó por el Cabo de Hornos y merecedora de ese reconocimiento,  pero ese será un  tema para otra ocasión...
Precisamente estaba  indagando sobre su historia, cuando se fue la  luz a causa de una tormenta, interrumpiendo mis pesquisas. ¡No hay nada como quedarse sin luz  para frustrar la racha de un escritor...! ¡O para inspirarlo!

Así pues, la cena transcurrió iluminada  por el  inquieto resplandor  de las velas. La tempestad que se había desatado  por la tarde, arreció durante  toda la noche. Unos sonidos insufribles, me despertaron  con unos  ñiieeecs, ñieecs constantes, provocados por la antena de la televisión  -sometida a los fuertes bandazos de aquel viento huracanado-, pues la antena estaba collada en la fachada del edificio, justo en la pared de mi dormitorio. Al poco la luz piloto del pasillo se encendió, anunciando que  se había restablecido el suministro eléctrico. Era ya  imposible que pudiera dormir; y como suelo hacer cuando pasado un tiempo prudencial no logro conciliar el sueño a altas horas de la madrugada, me levanté. Hacía frío. Calenté un poco de leche y  me dispuse a leer un rato en el sofá, ya que mi mente no daba para escribir.

Elegí un libro  de entre los muchos que tenía apilados sobre una silla, pues aquella tarde había estado   desempaquetando algunos viejos libros heredados de mi padre.  Cogí uno  que estaba encuadernado en tela  y que despedía un olor acre,  a polvo añejo. La edición que tenía entre mis manos era de sesenta años atrás. ¡Teníamos la misma edad! Lo abrí  fortuitamente por sus páginas mediales y la palabra piratas -como siempre-,  acaparó la atención de mis ojos.  Y vi que tenía delante de mí una historia espantosamente interesante...

Era una novela de Julio Verne que no conocía:  <El faro del fin del mundo>. Fue una obra póstuma de este enigmático escritor, publicada  por su hijo en  1905 tras su muerte.  La trama  de esta obra se desarrolla en La Isla de los Estados,  en los aledaños del Cabo de Hornos.

[*Uno de los dos únicos ejemplares que se conocen en el mundo de la primera edición francesa de la novela El faro del fin del mundo, es la pieza estelar de la biblioteca del Museo Marítimo de Ushuaia.
(fuente: web  jverne.net)]




Se me ocurrió pensar -a propósito de la trama de la novela-, que quizás a Julio  Verne,  en algún momento  le hubiera  sucedido algo similar  mientras  escribía. Quizás creó a sus  dos personajes:  Kongre y Carcante, -los piratas de su novela-, para que cargaran con el robo de tan valioso e indispensable bien, como es la luz...  ¡Por piratas!



 ¡Hasta la próxima entrada!


miércoles, 15 de febrero de 2017

El faro de Favàritx. De la comunicación y otras inquietudes




¡Bienvenidos a bordo!

Hoy tengo un motivo añadido para escribir, ya que  el  próximo mes de marzo  saldrá publicado mi  libro de relatos, que se titula EntreTRENimientos.  Podéis ver la portada en el Instagram de la Editorial Cronos.  ¡Estoy impaciente por tenerlo en mano y  muy ilusionada!

El caso es que esto me  ha suscitado -además de la satisfacción por un proyecto acabado-, una cierta inquietud, ya que una de mis amigas me ha propuesto que haga la presentación de mi libro como colofón a una jornada  sobre  terapias complementarias. Porque distraerse, ¡también  es saludable!

Tras  los primeros momentos de entusiasmo, pensé: ¿que les digo a las personas que acudan a  la presentación de mi libro? ¿Seré capaz de empatizar con sus expectativas?  Y me sentí insegura. Probablemente porque no soy una escritora profesional. Cuento historias y lo hago lo mejor que sé. Y sigo aprendiendo. Volcar  en el papel  o en el ordenador, con mas o menos acierto  mis experiencias, mis pensamientos, mis sueños y  mis fantasías - esas que compartí con mis compañeros  del Aula, y viceversa-,  fue una necesidad imperiosa en algunos momentos. En otros, un puro entretenimiento que resultó  muy enriquecedor. Desde aquí agradezco  especialmente a mi familia, a mis amigos,  y  a mis compañeros del aula de escritores, su apoyo (y sus críticas constructivas también).

Me gusta escribir sobre  la vida cotidiana  y  los tiempos de mi niñez y juventud, pues así conservo  en la memoria las maneras de vivir  de aquella época,  que  a veces enlazo con  algunos  recuerdos de las personas queridas que ya se fueron. También escribo relatos mas actuales,  algunas novelas de aventuras y de otros géneros.

La memoria resulta ser un enlace con las personas que tenéis cincuenta años o más,  porque  probablemente  conservamos recuerdos similares de  lugares entrañables, objetos, profesiones y personas, que  probablemente ya no existen sino es en nuestra mente, en  los documentales, en las fotos y en los libros;  y   además, porque entre los coetáneos siempre existe una cierta complicidad, ya que en  aquel entonces vivíamos  y jugábamos de forma  parecida en aquella franja de historia. No obstante, algunos jóvenes afortunados como mis hijos, -que han podido convivir con sus abuelos y sus yayos, durante muchos años-, han tenido la oportunidad de  conocer  las historias familiares y otras formas de vida del pasado, de mano de sus protagonistas.  Un valioso contrapunto.

Como  algunas mujeres de mi edad,  me siento como un eslabón  que une dos épocas dispares y divergentes, en la que los cambios han sucedido  a contrarreloj  creando un abismo:  una brecha entre los valores, las costumbres y sobre todo,  en el cambio del ritmo  de vida. Y de esto no hace tanto. Lo que no ha cambiado  es el maltrato y la violencia hacia las mujeres, que se ha perpetuado generación tras generación. El porqué es una buena pregunta, de la que busco respuestas en algunos de mis relatos.

Pero volvamos  al tema del inicio.
Ante la desazón que sentía , quise hacer un guión para  presentar el libro y  lograr el imprescindible feeling con los asistentes a la jornada. Busqué  respuestas consultando  un fajo de apuntes que tenía sobre la mesa y me topé con un libro  sobre la comunicación, que me había dejado mi hermano y que quiero reseñar por si os interesa:

La isla de los 5 faros, de Ferrán Ramón-Cortés. editorial RBA.

Después de leerlo me sentí mejor. Ahora tengo la certeza de que abordaré la presentación  de mi libro con más naturalidad.  Mi sorpresa fue que, entre sus páginas encontré un capítulo que me hizo evocar un grato recuerdo:  el viaje que hice  a Menorca con unas amigas. Y se me ocurrió compartirlo con vosotros para amenizar esta entrada.



Tras el fuerte temporal que barrió la isla del viento, aprovechamos  la calma para visitar el parque natural de s 'Albufera des Grao, donde  pude disfrutar de las aguas de Cala Tortuga.
El paisaje otoñal era el esperado: una gran cantidad de algas y lisos troncos cenicientos habían sido depositados por el oleaje en la playa,  que se hallaba cubierta por  montañas de cintas oscuras que iban y venían, amortiguando el murmullo del agua en la orilla. Desde allí contemplé el faro de Favàritx, siempre vigilante y fiel.
Mis amigas y yo  estábamos sentadas contemplando el mar. Habíamos estado charlando toda la tarde, y  la paz que transmitía aquel entorno bien se merecía un poco de silencio;  pero la fría brisa del crepúsculo se hacía notar y  regresamos por las empinadas escalinatas  de tierra y troncos que bordean el pequeño acantilado por el que se accede a la cala; y seguimos andando hasta  que llegamos al coche. Entrábamos ya en él, cuando  unos haces luminiscentes  surcaron el cielo, delatando que el faro comenzaba su tarea cotidiana.  Su luz  alumbró la oscuridad reinante, confirmando sus coordenadas y advirtiendo de los peligros de la costa...[ Durante365 días al año, -como reseña Ferrán en su libro-: año tras año; noche tras noche, este faro emite casi tres mil destellos diarios, con una cadencia de 2+1 cada quince segundos].

El faro es  un punto de referencia permanente para los navegantes. Emite  destellos de confianza, complicidad y certeza. Y es que los libros, también nos aportan luz.



miércoles, 8 de febrero de 2017

Bienvenidos a bordo



Esta es la primera entrada de mi blog.
También es mi primera experiencia con las nuevas tecnologías. Un nuevo reto.

Navegar...  Incluí este verbo en el título del blog, porque será el hilo conductor en muchas de las entradas, ya que siento una especial fascinación por el mar. También  utilizamos  el término navegar en el argot  aéreo,  pero sobre todo, porque  en este nuevo mundo virtual,  el mayor énfasis de la palabra navegación, se basa en las posibilidades que nos ofrecen las redes,  que iluminan  como un faro los canales de comunicación  entre las personas  y a pesar de las distancias, en todo el planeta y más allá...

Espero que a bordo de este blog, disfrutéis de algunos enlaces interesantes,  de bonitas imágenes y  también  de algunas anécdotas sobre el make-in off de mis relatos y novelas; una actividad que  procuraré mantener con una cierta periodicidad.  En definitiva, espero que aquí encontréis un  agradable espacio de  ocio y entretenimiento. Estoy encantada de poder estar en contacto con mis lectores.