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martes, 16 de abril de 2019

Piedra, papel, historia.

¡Bienvenidos a esta nueva entrada!

El título de hoy obedece a un flash de emociones ante  el triste suceso de ayer, con el incendio de Nôtre Dame, en París. Siglos de historia devorados por las llamas. La gárgola, pétrea y pensativa contempla la ciudad en su duelo.  Parece que su expresión nos dijera: ¡Otra vez! ¡Cuantos sucesos, historias y leyendas habrá contemplado o escuchado desde su pedestal! 

Victor Hugo se enamoró de ella, de la catedral, de su historia. Y Quasimodo también. Nos quedan sus libros, sus manuscritos, los planos, los documentos digitales, las fotos, los vídeos, la música  y incluso un musical, que transmite una de tantas historias de amor que ha inspirado esta emblemática y bella catedral.  Seguramente disponen de un valioso arsenal de datos que posibilitarán su reconstrucción. Un recurso con que paliar la pérdida.


Afortunadamente la piedra, mas resistente, aguantó el embate.  No obstante algunos lienzos, retablos y libros habrán sucumbido al fuego, al igual que vigas, ornamentos y la sillería de madera noble tallada. Los libros, enciclopedias y manuscritos diseminados por el mundo, junto al soporte digital posibilitarán  su recuerdo de manera mas entrañable y personalizada.  

Hace años  contemplé  sobrecogida otros incendios—esta vez en  de la mano de la ficción—, que constituían parte de la trama de dos buenas películas: Hypatia y El Nombre de la Rosa, donde se quemaban libros y manuscritos, tesoros del pasado. Y aún así, aquellas imágenes me sobrecogieron.

Sería bueno que, ahora que disponemos de muchos medios, cualquier bien cultural e histórico, y todo lo que signifique Historia con mayúsculas, se dote  de  sofisticados y eficientes sistemas anti-incendios, mejores si cabe, que  los que disponen  los grandes bancos y edificios gubernamentales. No quiero imaginarme el trance  emotivo por el cual han pasado los bomberos de París, mas allá de las dimensiones del descomunal incendio y de que uno de sus compañeros lamentablemente resultara herido. Afortunadamente las puertas se habían cerrado ya y  el destino, buena suerte, o como queráis llamarlo, evitó lo que pudo haber sido una tragedia humana con numerosas víctimas. 

Mas allá de esta reflexión las cosas, los objetos, se pueden rehacer y edificar de nuevo, aunque se perderán el glamour y los matices: la esencia y el arte intrínseco de sus constructores y autores. Posiblemente los que la reconstruyan querrán dejar su propia huella,porque cada ser humano es irrepetible ya sea en la escultura, en la pintura, o en la arquitectura. Y también lo son los que se ahogan en el mar… Ojalá que Europa se una para todo. Ojalá se impregne del espíritu de Quasimodo.

No hay mas que añadir en un día en que la consternación por lo ocurrido reina en la vieja Europa y mas allá.  El duelo por esta pérdida  histórica cultural y artística, es y será especialmente duro  para los franceses, mas allá de su opción religiosa. Es una pérdida para todos.

La historia es un tanto cruel, y  nos envuelve en un halo misterioso en el cual tenemos la percepción que tenemos tiempo para todo y que todo es para siempre. Sucesos como el de ayer, nos recuerdan que la vida es efímera. Y que la historia material se puede borrar en un plumazo. Escribir, transmitir conocimientos de boca a oreja, enseñar y reeditar oficios que se extinguen, editar los conocimientos en cualquier tipo de soporte se hace imprescindible para comunicar experiencias y cultura.  Canteros, ebanistas… Transmitir a las nuevas generaciones lo aprendido ancestralmente, es esencial para el arte y la cultura.


A modo de homenaje, acabo esta entrada con un fragmento del musical
"Nôtre Dame de Paris: Le temps des Cathédrales".




Esperemos que Quasimodo haya hallado un buen  refugio.




¡Hasta la próxima entrada!