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jueves, 29 de junio de 2017

Conrad, mi padre y yo.

¡Bienvenidos a bordo!

¡Estoy emocionada!  ¡Por fin he encontrado un libro  que había extraviado  hacía tiempo! Estaba detrás de un lienzo que había pintado mi padre en su adolescencia y  que tengo apoyado en un lugar preferente de mi casa,  sobre un mueble de nogal tallado a mano.
El libro en cuestión estaba debajo de una de sus viejas libretas de tapas de grueso cartón gris  y sus anotaciones fechadas en mil novecientos cuarenta y cinco. Me he entretenido curioseando algunos bocetos  que había dibujado en ella con su lápiz plano de carpintero  -ese que solía llevar encajado sobre su oreja, cuando estaba trabajando la madera-. Me gusta recordarlo vestido con su camiseta y su pantalón azul marino, y calzado con sus chirucas trasteando en su banco de trabajo.

Ha caído  de entre las hojas un papel  plegado al suelo. Con gran sorpresa he visto al desdoblarla, que es uno de mis poemas; dejo la libreta en su lugar, y  seguidamente voy hacia el ordenador para copiar un fragmento que me apetece compartir con vosotros y  que constituye  el soporte del título de la entrada de hoy: la pasión por los grandes veleros.

Lienzo pintado hace setenta años por mi padre, con pinturas elaboradas por él.

                                                                                                                

Su proa emergió con bravura  de entre las aguas, 
abrazada por la blanca espuma del mar.
Tras unos instantes  surcó  de nuevo las olas,
cual arado la tierra.

Y mientras, arriba, 
el viento que soplaba  entre las blancas velas,
se escabullía burlón, aquí y allá, sin dejarse atrapar de nuevo.  




Entre mis manos  sujeto el libro encontrado: "El espejo del mar", de Joseph Conrad.  No puedo zafarme de su magnetismo y acariciando sus tapas, deseo sumergirme en sus páginas de nuevo; pero será  cuando acabe esta nueva entrada al blog.

Lo mismo pensáis que estoy perdiendo el juicio. Y bien pudiera ser. Porque…¿como explicaros la empatía que despierta en mi este gran escritor, cuando transmite su amor por los barcos?  Si, lo que estáis leyendo ¡amor por los barcos! Todo comenzó hace ya muchos años, cuando un buen día descubrí que había un señor llamado coloquialmente Conrad por sus fieles lectores; un capitán y  famoso escritor que vivió en la época de los grandes veleros y también  la transición a los buques de máquinas de vapor. En los párrafos  de sus libros, página a página, fui descubriendo para mi sorpresa, que lo que este hombre sentía por los veleros de gran eslora  y  que plasmaba en sus  escritos -con mejores palabras que las que yo pondré nunca-,  empatizaba  con mi sentimiento y mi pasión hacia estas joyas de la navegación y  sus velas al viento.
                    













Aunque mi niñez  y juventud transcurrieron al lado del mar y de algunas humildes  barcas de pescadores, los  grandes veleros me fascinaron siempre, desde pequeña.  El nexo a este mundo fue mi padre, que vivió siempre en interacción con el mar, al que dedicaba cada minuto de su tiempo libre, en el que solíamos ir en familia. Plasmó el amor que sentía por el mar y por los barcos, incluso en sus pinturas -que  hacía él mismo-, y  también mediante los trabajos artesanos de diversa índole, ( piragua 1:1, maquetas a escala, filigranas, etc.)  
Su conocimiento del mundo marítimo estaba documentado por una ingente cantidad de libros que leyó desde joven y que compartió con sus hijos. Los  libros los guardaba en una gran biblioteca -un enorme armario empotrado-,  que había  en una pequeña habitación que daba al cielo abierto del edificio donde vivíamos entonces -que al igual que su mesilla de noche, se hallaba a rebosar de libros, enciclopedias y revistas monográficas, que releía continuamente-, además de  algunas obras clásicas y  novelas de temática diversa.

Tuve la oportunidad de adquirir algunos conocimientos del mundo del mar gracias a las actividades  
   y experiencias que compartía con mi hermano y conmigo,  ya fuera a bordo de una barca de pesca, 
   o  labrando la madera con la gubia  y el formón; otras veces con las tenazas , un pequeño martillo y
   el buril con  el que modelaba sus miniaturas  de cobre. También en sus días de asueto navegaba y
   buceaba en las profundidades del mar.  Frecuentemente de niños  le acompañábamos a la playa -
   donde comprábamos el pescado a piezas o a peso con la báscula romana. También ayudábamos a
   los pescadores del pueblito  costero a varar, o a botar sus barcas empujándolas sobre los troncos de
   madera, pues pasábamos allí algunos meses  del año y habíamos trabado amistad con ellos.

   
 
  































    A menudo visitábamos el Museo Marítimo de Barcelona,  charlábamos con los artesanos  
   maquetistas  amics@mmb.cat  y  luego subíamos a bordo de  la carabela Santa María que  entonces
   estaba amarrada en el puerto. Me gustaba pasar la mano por la regala del barco y mi hermano y yo
   bajábamos por unas empinadas escaleras, a la oscura y húmeda sentina donde siempre había
   algunos palmos de agua maloliente con olor a bodega añeja. Luego nos guindábamos  por las
   escalerillas del castillo de popa y a la proa, que era mi lugar preferido; a menudo navegábamos en
   las barcazas a motor  llamadas Las Golondrinas del puerto de Barcelona , que nos llevaban hasta el
   espigón, donde solíamos ir a pescar  y  a coger cangrejos, por  entre los grandes  bloques  de
   hormigón mal puestos que conformaban el dique,  por donde rugía  el fragor de la resaca del mar.  

Algunos domingos nos acercábamos al mercado de libros de segunda mano de San Antonio. Mi padre siempre tenía un libro en las manos.  Me gustaba el  olor acre que desprendían aquellos libros viejos, entre los que se encontraban algunas primeras ediciones, que hoy serían consideradas un tesoro y que estaban cosidas con hilo de algodón  o seda y  encuadernadas con  tela; marinera, si hubiera dependido de él.  
Así pues, Conrad para mi fue un descubrimiento maravilloso. Esa manera de expresar sus sentimientos hacia el mar y los veleros  me resultaba familiar. Entrañable. Siempre me ha llamado la atención  el contraste de la expresión adusta, impávida y templada de su fotografía, en la que, como en los barcos, se aprecia la obra muerta de su persona. Tras la  apariencia impasible de Conrad me parece intuir a alguien contenido, sereno, perseverante y disciplinado. Un ser metódico e introvertido que supo describir con intensidad el arte de la navegación, la vida de los marinos, las partes de un barco y sus funciones. Allí, en su puesto de capitán, fue seguramente donde gestó la sobria trama de sus novelas, en las que supo entrelazar los sentimientos y las emociones de sus personajes como el alma de un cabo. En sus novelas aflora el calado y la obra viva de su esencia.

El Espejo del Mar fue un libro especial que me acompañó en los duros momentos en que la vida de mi padre iba llegando a su fin.

También en aquella época participé -desde un modesto lugar de cronista-, de la transformación del aparejo de un viejo  barco de vela latina: una goleta. Desahuciado en un viejo muelle de las Baleares, el Cyrano, que así llamaron a aquel bergantín  posteriormente, fue reparado y remodelado; un hecho singular y enriquecedor en el que pude  asistir al nacimiento de un nuevo barco de generosa eslora. Y además  navegar en él.  Por si fuera poco lo aparejaron con velas cuadras, resultando  un bonito bergantín.  Fue una experiencia excepcional. Por  el reto  en sí mismo, y por el entusiasmo de todos los participantes -desde los armadores y gestores de aquel proyecto,  pasando por una tripulación entregada y por un grupo de voluntarios enamorados de aquel barco-, que abocaron todo su esfuerzo y dedicación  a este  proyecto. Un proyecto que lamentablemente acabó unos años más tarde a causa de un accidente. Afortunadamente queda su testimonio en  youtu.be/9oMw-f1DQYI   y en una de mis novelas.

La perseverancia de  algunas personas del ámbito privado, de algunas asociaciones y fundaciones por la cultura marítima, están logrando por ahora, que estos barcos y sus oficios no desaparezcan gracias al inestimable apoyo de  los voluntarios, -enamorados de estas artes y oficios del mar. Me place daros a conocer algunos links que detallo a continuación, donde podréis conocer de primera mano, las actividades que  algunas fundaciones y astilleros llevan a cabo para mantener estos oficios artesanos mediante sus actividades culturales, como ocurre con el crowfounding en el que podéis participar para la construcción del Bergantín Galveztown, en Málaga, en colaboración con  el estado de Lousiana EEUU,  https://trustme.es/es/bergantin-galveztown.com 

Este proyecto está cobijado por los astilleros Nereo de Málaga, (España)  artesanos de la carpintería de ribera  por varias generaciones  www.astillerosnereo.es

De la mano de la  www.fundacionnaovictoria.org  llevan a cabo diversos y ambiciosos proyectos culturales, que divulgan  hasta los confines del mundo a bordo de La Nao Victoria y del Galeón La Pepa, que abarcan desde la promoción de los oficios artesanos de carpintería, hasta el gobierno de estos magníficos barcos y sus aparejos. Con gran esfuerzo han logrado pasar el testigo de estas artes marineras,  a cargo de los  oficiales y marineros expertos en este tipo de navegación a la  antigua, transmitiéndolo in situ a las nuevas generaciones.   youtu.be/E_YHRDjRXEI

También  el museo marítimo de Barcelona, www.mmb.cat/   ha rescatado y proporcionado cobijo a algunas embarcaciones de madera tradicionales, como son el emblemático  Pailebote Santa Eulalia, el Far de Barcelona y algunos más de menor eslora.  Podéis visitarlos en el Moll de la Fusta de la ciudad condal. youtu.be/To87G4Yw4f4

¡Ojalá que por muchos años, podamos contemplar las velas de estos barcos en el horizonte!  

¡Volvamos al pasado! 
No hay que olvidar  que  desde hace siglos, la navegación fluvial fue relevante en nuestro país y de gran importancia en los nuevos descubrimientos de ultramar.  Los grandes navegantes cruzaron mares y océanos  y descubrieron  grandes y caudalosos ríos cuyas  aguas   desembocaban en grandes deltas navegables, por los que se adentraron en pos de riquezas y conocimiento.  Una navegación que no era fácil y  que estaba sujeta a otras condiciones más lábiles, como  enfrentarse a vientos desconocidos y cambiantes, a  lluvias torrenciales, a bajíos arenosos y lodos -a menudo presentes en  la cuenca de estas arterias de agua de extrañas mareas-,  que provocaban corrientes inusuales; unas condiciones que requerían  de una gran pericia en la navegación.

El Orinoco fue el primer gran río descubierto por Colón en 1.498, al que bautizó como Mar Dulce, pues resultó ser un encuentro  fantástico debido al gran caudal y extensión de  este gran río, cuya longitud sabemos hoy día que es de dos mil ciento cuarenta kilómetros. Fue un hallazgo excepcional ya que  es el tercer río mas caudaloso del mundo, cuyo hábitat cobija a hermosas aves, flores efímeras y  que se halla  tutelado por verdes cumbres y  paisajes insospechados. Tan  solo el Amazonas y el Congo superan su grandiosidad. Fue a propósito de su viaje por éste río africano que Conrad escribió una de sus  obras mas reconocidas,  titulada "El Corazón de las Tinieblas".

Como contrapunto también os recomiendo un libro  publicado aquí en 1.967  como resultado de las crónicas realizadas por un científico que viajó hasta el territorio mas recóndito de la selva  venezolana, donde entonces vivían los indígenas con libertad. Se titula  Los Yanoamas, el último paraíso.  Autor: Ettore Biocca,




Como despedida de la entrada de hoy   transcribo  un fragmento  de  El Espejo del Mar,  que me caló hondo, pues fue como leer en un espejo mágico mis propias  emociones, -que en aquellos días por causa de la muerte de mi padre, tenía a flor de piel-, pues en  las  palabras  de Conrad encontré las mías. Este es el origen del  título de hoy. 

[...quizás no haya más que añadir, sobre estas mis palabras de despedida, sobre mi talante postrero hacia mi gran pasión por el mar y los veleros… Es el mayor homenaje que mi piedad puede rendir a los configurados últimos de mi carácter, de mis convicciones y en cierto sentido de mi destino: al mar imperecedero, a los barcos que ya no existen y a los hombres sencillos cuyo tiempo ya ha pasado…]

                                                                                   [ Joseph Conrad 1.919]




















¡Hasta la próxima entrada!



PD. Lamentablemente tengo un problema de configuración en el blog con los párrafos del texto, que deslucen la  entrada de hoy. Espero poder solucionarlo en breve. Gracias.

jueves, 22 de junio de 2017

El rayo verde .

¡Bienvenidos de nuevo!

Esta entrada extra de hoy, se debe a que  hemos festejado estas horas pasadas el solsticio de verano. ¡Un día mágico puesto que  el astro rey nos regala más horas de luz!


La luz y el calor son fuente de vida, como el agua. Una riqueza de la que nos olvidamos en el día a día en los países desarrollados porque tan solo nos cuesta abrir un grifo.  En la entrada de hoy  navegaremos  a la zaga del horizonte, que siempre está en movimiento, al contrario de lo que aparenta y de lo que percibimos como estático y que  solemos describir como una  línea fija que parece que nos esté esperando allí.
¡Nada mas lejos de la realidad! 

El rayo verde es un fenómeno óptico real que  tan solo puede contemplarse en contadas ocasiones y durante unos pocos segundos y que  requerirá de nuestra perseverancia en el tiempo y en  la búsqueda de un lugar idóneo donde poder ver observarlo que propicie que podamos disfrutar de su efímera visión. Aún así, como tantas cosas simples y breves en este mundo, este fenómeno genera grandes expectativas, algunas leyendas y  ¿porque no?, un halo poético. 

Es por ello que hoy comparto en el blog uno de mis poemas:

De los hombres  y  el mar              

Surca al agua el  tajamar,                  
como el arado  a la tierra.                   
Su alma está en el mar,                      
su corazón  está en tierra.                 

La intensidad de las horas,                 
y el disfrute del momento,                   
como el vaivén de las olas,                   
desdibujan  el tormento.                       

Aúlla y cambia el viento,                    
se  arbola y ruge  la mar ,                    
en un cielo ceniciento,                       
que  presagia  zozobrar.                     

Horizontes de nostalgia,                    
su amante, la soledad,                        
que los abraza con fuerza,                   
en su guardia al despertar.                  

Sigilosa se desliza,                             
a robar el alma  de los marinos,      
porque sabe su corazón perdido ,     
y los cautiva sin piedad.                     
     
El  rayo verde  apareció,                    
como augurio de esperanza ,              
y  cada uno de ellos lo vio,                   
al divisar tierra en lontananza.                


Surca el agua el tajamar,                   
como el arado a la tierra,                 
su alma está en el mar,                    
su corazón  está  en tierra.               




Mi recomendación literaria de hoy es, valga la redundancia: El rayo verde de Julio Verne.

Esta novela está ambientada en las islas Hébridas, en la gruta de Fingal, llamada también  la Gruta de las Melodías y que se halla en la isla de Staffa, en Escocia donde  se inspiró el  famoso compositor   Menhdelssohn  en uno de sus viajes, para  componer la obertura de una de sus sinfonías, que tituló con el nombre de este archipiélago. (1830)


¡Hasta pronto!





miércoles, 14 de junio de 2017

A nadie le amarga un dulce. #loscuentosdeflora

¡Bienvenidos, os estaba esperando!

La verdad que me estaba aburriendo, tantos días sin  escribir y mientras hacía la comida  he buscado un poco de entretenimiento para que jugaran mis sobrinas, pues  he estado haciendo de canguro hasta hace un rato.



Acabo de meter unos muffins -como ahora llaman a las magdalenas-, en el horno. Los he decorado con un tema náutico, pues me han pedido unas amigas que  van a  los Encontros de Embarcaciones Tradicionales  de Galicia, que les  buscara una receta original, pues van a participar en un concurso gastronómico. A ver que tal quedan, que  hace mucho tiempo que no hago repostería.


Es la primera vez que mis amigas  acudirán  a un evento marítimo y están entusiasmadas.  Este año el encontro  se celebra en Combarro-Poio del 29 de Junio al 2 de Julio, en este pueblito de la Ría de Pontevedra.   Es un evento cultural importante, de ámbito internacional y similar a las jornadas que se hacen en Brest (Francia), donde se reúnen embarcaciones  tradicionales de todo tipo y se hacen festejos y actividades tradicionales y marineras que incluyen si se desea,  navegar en diferentes embarcaciones durante estos días (Dornas, chalanas, galeones, bucetas, balleneras, piragüas ..) 

El caso, es que  Chari  y  Chelo  no saben nada de nada del mundo marítimo y van a venir a merendar  a casa para que les cuente como va. Y además de los muffins,  les he buscado un poco de información y he bajado un vídeo de estas fiestas gallegas,  para que puedan desenvolverse de mejor manera en aquel ambiente marinero. ¡Les va a encantar!  
También la comparto con vosotros, pues se de buena tinta que este blog lo pincháis algunas personas que no tenéis relación alguna con el ámbito náutico y marítimo, incluso en algunas casos porque  vivís tierra adentro y no tenéis contacto con el mar.  ¡Va por vosotros!

                                             PARTES   DE UN BARCO



                                                     
Ring. Ring..

-¿Flora?
-Sí, dime Chelo.
- Mira, que llevamos toda la tarde dando vueltas y no nos ponemos de acuerdo en la ropa que hemos de llevar y tampoco  tenemos calzado náutico. ¿Es imprescindible?
-Tranquila, unas bambas o calzado que tenga la suela blanca  y que no resbale, servirá. 
-¿Y las pastillas para el mareo?
-Luego cuando vengáis hablamos de todo lo que es interesante llevar.  ¡Madre mía,  ya veo estáis de los nervios y todavía faltan quince días!  Tranquilízate. 
-Estamos a diez minutos de tu casa.  ¿Ya encontraste la receta de los muffins? Mira que… 
-Sí. Ya están en el horno. Tranquila.  Voy a poner  un café entre que llegáis.
-Que sea un té roiboos para mí -dijo Chari  al otro lado de la línea, pues  le había arrebatado el teléfono  a Chelo, que estaba muerta de risa-.  
-Vale,  vale… ¡Como sois!  No tardéis.
-Hasta ahora..


Como no saben a que se enfrentan, pues todo es nuevo para ellas, están entusiasmadas. Es normal. Todavía recuerdo el primer día que subí a bordo de un barco de doce metros de eslora, en el Triana, en las prácticas de capitán de yate de mi marido.  Estaba muy nerviosa. Nunca había subido a un barco así y además aquel día había mala mar y temía marearme y liarla parda. Hubo marejada  y un viento fuertísimo, por lo que no se pudieron desplegar las velas.  ¡Y disfruté del balanceo  y los guiños de la embarcación como nadie! Y encima filmando y haciendo fotos. ¡Como si nada! Ni yo misma me lo creía.  Nunca se sabe.  ¡Menos mal que no me achanté y me quedé en tierra!

El vídeo que veréis a continuación es de hace años, de  los Encontros de  2009, que en aquella ocasión se hicieron en Muros.   Espero que os hagáis una idea de las actividades tradicionales que hacen allí  www.culturamaritima.org
          
                         

¡Ding  Dong!

-¡Madre mía, ya están aquí!  ¡Ya voy!  Uff…  -¡Como quema!
-Holaaaa guapa.. ¡hmmm que bien huele!
-¡Mirad Chicas!
-¡Wow! -exclamó Chari...¿donde dejo el bolso?  ¡Chelo ni se te ocurra contar calorías hoy!
-¡Para nada! ja ja...


¡Bueno, pues  hoy voy a servir el té como los ingleses, a las cinco!


💥¡Ah!, se me olvidaba deciros, que hoy he añadido  al blog el gadget del traductor de Google.

En los ordenadores sale automáticamente, pero en los  móviles  no  y para utilizarlo hay que clicar sobre  un enunciado que hay en la base de la página y que pone:  ver en versión web,  ahí lo encontrareis.

¡Hasta la próxima entrada!






jueves, 1 de junio de 2017

Al otro lado del cristal.

¡Bienvenidos de nuevo!


¡Ya han pasado algunas semanas! Esto de no ver con claridad, tiene sus consecuencias.Tras una fuerte borrasca, las desembocaduras de los ríos abocaron grandes cantidades de residuos y aguas fangosas. En medio de las aguas revueltas la embarcación ha quedado varada frente a la costa. Este es uno de los muchos intríngulis  que tiene la navegación.

He aprovechado que  la marea  está baja para desembarcar y también para hacer una evaluación de lo sucedido; la prioridad es reflotar el navío y retomar el viaje en cuanto sea posible. Ahí han quedado los libros revueltos y diseminados  bajo la cubierta, a causa del trompazo sufrido  al encallar en el banco de arena.  Luego rebuscaré alguno que sea adecuado a la entrada de hoy para recomendaros.

Han transcurrido algunas horas y el  agua pasa de mis tobillos a las rodillas en apenas unos minutos mientras acabo de revisar que no haya daños relevantes. Es lo que tienen las mareas: cada seis horas la misma historia; una referencia horaria magnífica que nos brinda la naturaleza.  De nuevo a bordo,   estibo bien los enseres revueltos en el camarote. Salgo a cubierta tras un bandazo de  fuerte viento. De nuevo en la proa, atisbo el horizonte, todavía cubierto de nubes. Me apetece que me de el aire, aunque sea tormentoso.¡No hay tiempo que perder. Tengo que aprovechar la marea alta para reflotarlo y poner rumbo a mar abierto!


Me siento vulnerable sin mis gafas, que me hacen de lazarillo en este mundo de formas, relieves, perspectivas y colores. ¡Que importante son los ojos! Y la mirada.  No lo valoramos hasta que lo perdemos…

Me llama la atención que, los que vivimos en los países más avanzados nos estamos volviendo miopes a pasos agigantados. ¡No vemos de lejos! La visión de los  niños, día a día  topa con paredes, muros y  pupitres; con los altos edificios que velan el horizonte marítimo o montañoso; o acaso la llanura.  Una buena parte de los chiquillos  de las nuevas generaciones ya han de usar lentes a una corta edad. Somos conscientes de que  estamos expuestos al  inevitable uso de las pantallas, incluso  recientemente de cristal líquido:  la tv, la consola de juegos,  el móvil , la tablet y el PC.

El uso continuado que hacemos de estos aparatos, frena y pone cota a nuestro alcance visual y contribuye a deteriorar en mayor o menor medida, según las peculiaridades de cada individuo, la buena  visión -ya sea por alteraciones en la refracción, o incluso por  afectación de la retina-,  pero también  nos afecta el uso de estos aparatos  en  un ámbito diferente:  en la comunicación con los demás.

De nuevo desconectamos del mundo que nos rodea  con  una reciente innovación del mercado: las nuevas gafas de realidad virtual, que se adosan en la cabeza y acaparan la atención frontal, limitando el resto de campo. ¿Que repercusiones visuales, y también cerebrales tendrá en el futuro su  frecuente uso? El caso es que están diseñadas para captar nuestra atención y sumergirnos en un mundo mucho mas lejano que el que nos proporcionan los móviles, secuestrando la mayor parte de nuestras percepciones, lo cual puede inducir un mayor placer en desconectarnos del mundo real, en el que permanecemos quietos.

                                

Su utilidad terapéutica  en enfermos y en  pacientes que sufren grandes quemaduras es genial, es...  ¡maravillosa!  Muy útil.  Pero si lo utilizamos sin medida como está ocurriendo con los móviles, pueden provocar consecuencias indeseables. Lo suyo sería  aprender a administrarnos los tiempos de uso y disfrute, pero   blindando los lapsos de tiempo destinados a comer, a dormir, a reunirnos con la familia o con los amigos "reales". El tiempo dirá...

Esto me hace pensar sobre la corta distancia a la que sometemos diariamente el enfoque de nuestros ojos y  de nuestra mirada,  y me doy cuenta que es  antagónica a la visión cotidiana de los antiguos  navegantes que, ojo avizor, escudriñaban cualquier cosa  que estuviera entre ellos y el horizonte y donde las percepciones del entorno les suministraban datos valiosos.

Realmente, -y más allá de que algunos se quemaban literalmente los ojos de tanto mirar al sol con la ballestilla o con un rudimentario sextante-, la visión de los navegantes era  bastante equilibrada y aguda, pues durante todo el día ejercitaban la vista mirando a lo lejos, al horizonte,  pero también a media distancia, observando el mástil,  las velas y a las partes del casco que tenían a la vista — la obra muerta del barco— , en busca de cualquier cosa que no estuviera bien.  Luego hacían los cálculos, o las tareas de a bordo en el interior, donde imperaba la mirada a corta distancia.  Pero hoy día, las pantallas del radar, GPS y otros artilugios electrónicos ubicados en la cabina de mando de los barcos, condiciona  en buena medida su mirada hacia el  horizonte.

En un futuro  próximo  seguirá  menguando la  calidad de la visión, pues la sometemos a muchas horas de esfuerzo, luces intensas  y también a otras agresiones ambientales.

Probablemente también   menguará la calidad de una buena comunicación  con los seres  que nos rodean y con los que convivimos, como ya ocurre en demasiadas ocasiones,  pues la tendencia es a ir  añadiendo más y más aparatos maravillosos  interactivos y virtuales para seguir desarrollando nuestras actividades habituales ya sean laborales, académicas o de ocio.

El caso es que estamos dejando de hablar de nosotros  y con los nuestros,  para hablar de  las cosas que hacen estos aparatos, o simplemente empleamos una buena parte del tiempo para evadirnos entre sus redes. Esto me hace pensar en la  repercusión que podría tener que nos aislemos más de nuestra propia realidad y compartamos menos cosas importantes con los otros.  En todo caso  los tiempos a dedicar, son o deberían de ser, una decisión consciente y personal. Aunque reconozco que es difícil no sucumbir a los avances virtuales.

Quiero reseñar además en esta entrada de hoy, lo importante que es la manera en que "vemos" las cosas, también en otros ámbitos, y por ello  no puedo ignorar los sucesos que han acaecido recientemente. No me gusta lo que veo. Sin gafas o con ellas.  Y mirar hacia otro lado no es un opción.

 En estos meses pasados una fuerte marejada de emociones  y sentimientos ha sacudido de nuevo  nuestra día a día por atentados terroristas, bombardeos y el recrudecimiento de las guerras, esas que comenzaron hace tanto que ya ni nos acordamos. Me indigna  y repudio la violencia. Me soliviantan estos hechos en sí  mismos y  la cobardía con que están perpetrados. Su indiscriminado alcance y  también el horror y sufrimiento que provocan en las personas, que son su objetivo.


Me indigna lo que  ocurre en el resto del mundo -ese que queda fuera del cinturón de los países desarrollados-, donde miles de  niños siguen  día a día  corriendo bajo la cobardía de los que ordenan y también de los que acatan, el  lanzar las bombas desde los aviones o misiles de largo alcance, con objetivos igualmente indiscriminados, en mercados, casas y hospitales, a los que muchas veces se les llama cínicamente  "daños colaterales".

Miles de personas  corren despavoridas cada día bajo la crueldad y la indiferencia de los gobiernos implicados, sin luz que les guíe, sin faro que ilumine sus vidas y donde la palabra futuro ya no tiene sentido, porque su mundo y sus familias han sido borrados bélica y literalmente de la faz de la tierra, sembrando también horror y sufrimiento. Nuestra sociedad moderna  hace unos años se creía a salvo de las bombas que provienen de las guerras - esas que son financiadas y promovidas  a distancia y en diferido-, en muchas ocasiones por nuestros  propios gobernantes y  a pesar de las protestas de los ciudadanos que nos manifestamos en contra de la guerra,  no hace tantos años.

El caso es, que "en la forma de ver las cosas", ya no hay tanta diferencia entre unos y otros.   El ser humano ha seguido promoviendo y ejecutando actos violentos desde el mismo status de la pirámide política y social y desde el  mismo prisma. Por este motivo fue que ya desde antaño, las batallas terrestres  también se trasladaron al mar  de mano de  líderes y gobernantes,  siempre secundados por los mercenarios y corsarios,  esos que siempre están disponibles al mejor postor.

Aun hoy. En eso no hemos avanzado nada a lo largo de los siglos pasados, en que también se conquistó el espacio aéreo. Han cambiado los tipos de armas y la estrategia de los que promueven las guerras,  y también el tipo de riqueza que quieren saquear.  ¡Pero no sus intenciones ni sus objetivos!

El corporativismo político internacional, tiene un peso específico y también un doble rasero,  ese que lucen en sus dilatadas conferencias: bla, bla, bla, mientras  dejan pasar un tiempo precioso en el que siguen muriendo personas y niños porque ellos no toman las decisiones que debieran.  Luego siguen parloteando en el brunch del receso o en la clausura del acto y se dan una palmada en el hombro; seguidamente unos se ajustan la corbata y la americana; otros el agal o el turbante;  y otros la gorra o los galones y sonríen juntos para la foto de la prensa mientras sus misiles y bombas, caen en la parte opuesta del planeta, matando  impunemente a miles de personas y niños o dejando que  mueran ahogados por si mismos al caer de la patera; o  recluyéndolos en un campo -mal llamado de refugiados-, pues fácilmente quedarán ahí confinados sin fecha de caducidad.

                

A los refugiados y civiles de los países en conflicto, se los considera "una carga y un estorbo" que  afecta y entorpece a los intereses, gubernamentales, políticos y económicos.

¿No "vemos" lo que está pasando?  Lo más grave es que el terrorismo y las guerras  -sean legales, "o preventivas"-,  representan un golpe de estado  físico, pero también en la mente, las emociones y los sentimientos de las personas, que  revierte siempre en contra  del propio ser humano, que a pesar de ellas, sigue malviviendo como puede, acarreando estas consecuencias a sus vástagos, que maman lo que ocurre desde el día que nacieron. Estos hechos cotidianos y  recurrentes, repercuten en las generaciones que crecen en todo el mundo.  En todas. Los niños sufren estas improntas.

¿Como creemos que ve el mundo un niño que se ha criado entre el hambre, el olor a sangre  cubierto de polvo y ensordecido, cobijado entre las ruinas, por  el sufrimiento que provocan las bombas ?¿Como creemos que ve el mundo  un niño africano que tiene acceso a una televisión comunitaria, cuando se muere de hambre y está viendo anuncios de comidas y bebidas cada tres minutos?

¿Como creemos que ven el mundo nuestros niños, que se han criado comiendo con derroche y a placer, mientras ven en la televisión los cuerpos destrozados de otros niños y los llantos y gritos de los heridos y  escuchan  el estallido de las bombas y de las metralletas  que emite la tv  como si fuera uno más de los  videojuegos que tienen?

¡ Las guerras son un lucrativo negocio, pero solo ganan los que se enriquecen a costa de  ellas!






















El océano se llenaría de buques como este, ya fuera con la cruz roja, con la media luna o con la estrella judía y con muchos otros  iconos más, si pudiéramos rescatar sin trabas a todas las personas que  sufren  las consecuencias de las guerras y guerrillas, las secuelas de los bombardeos y el hacinamiento en campos de refugiados, -esos que supondrán  el confinamiento de las personas recluidas en ellos para el resto de sus vidas-. Lo saben los gobernantes y lo sabemos los demás. Y estas personas  necesitan comida, medicinas y amor.  Conocimientos. Cultura. Estabilidad. Esperanza. Respeto. Un hogar .Y Libertad. Son las condiciones básicas para construir La Paz. En los niños está la clave. !Cuidemos de ellos! 



La mirada de Ghandi, -con lentes o sin ellas-, veía siempre más allá. Diríase que sus lentes fueran reversibles. La lucidez le acompañaba aún en la oscuridad y las tinieblas.   Ojalá  pudiéramos ver con tanta claridad y con tanta perspectiva. Con tanto respeto y dignidad.

Me gusta recordar alguna de sus frases:

[ "Ojo por ojo... y el mundo quedará ciego"]

[ "No hay camino para La Paz.  La Paz es el camino."]

[ "Lo que se obtiene con violencia, solo se puede mantener con más violencia."]

["Un error no se convierte en verdad, por el hecho de que todo el mundo crea en él."]
                                                          
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Hoy  esta entrada ha estado impregnada de duelo y de una indignación que no podía ignorar, porque tras el velo de las  fiestas navideñas, nos distanciamos todavía más de estos problemas.  Me gusta recordar un frase  de oro que  era popular en los tiempos en que en nuestro país se defendía la objeción de conciencia, que  entonces era considerada un delito, porque, afortunadamente…, las leyes se pueden modificar:  
                                        [ Si quieres La Paz, no prepares la guerra ]
             
Mi recomendación literaria para hoy es El mecanoscrito del segundo origen, de Manuel de Pedrolo.
Espero  en la próxima entrada,  abordar  temas mas agradables.  Al fin y al cabo son las fiestas Navideñas,  tiempo de paz … ¡Que paradoja!

¡Hasta pronto!