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jueves, 25 de enero de 2018

Ilusión.


¡Bienvenidos de nuevo!

Estaba contemplando algunas fotografías:  hoy quisiera caminar y  perderme por aquellos caminos que suben a la cima...  Quisiera disfrutar del aire fresco y que revuelva mis cabellos y me acaricie la cara. Quisiera disfrutar de la recompensa por el esfuerzo realizado  al coronar la cumbre y  quisiera volver a mirar en lontananza al infinito, ese que no  veo pero que  intuyo ; quisiera volver a sentir   la intensidad del silencio de la montaña... 

Quisiera…  

Una palabra que me hace avanzar; que me hace reflexionar y moverme de mi zona de confort. Irremediablemente, a todos nos ocurre que  la vida  y sus circunstancias a veces nos imponen trabas, rebajas, cambios y renuncias. Pero lo que  no puede es arrebatarnos es nuestra determinación para vivir de la mejor manera con lo que tenemos a nuestro alcance.  Hoy no puede ser, pero mantengo la ilusión...

                                                                         ***

La ilusión, la fortaleza y la tenacidad brotan de nuestro cerebro, de nuestra mente, de nuestro espíritu, o del lugar donde cada uno cree que  reside  nuestra esencia, nuestra actitud y nuestro valor. Tanto da. Vale lo que  cada uno quiera creer.  Lo importante es creer en uno mismo  y aceptar la realidad que vive y transformarla en lo que queremos conseguir.  La premisa es no perder el rumbo,  ni la ilusión por conseguir los objetivos que nos propusimos y que es necesario reeditar día a día.

Ilusión. Una palabra linda, energizante y revestida de cierto misterio que está repleta de expectativas ignotas. No en vano los ilusionistas  y magos se la adjudicaron para entretenernos, haciendo alarde de sus engaños, esos cuya complicidad es compartida con el público, siempre expectante.


 
Ateniéndonos a su definición académica, la ilusión significa un concepto, imagen o representación al margen de la realidad, que es sugerida por la imaginación, o por un engaño frecuentemente óptico, en el que incluso se implica  al resto de los  sentidos.  
A veces es la propia esperanza que albergamos, la que hace de la ilusión algo especialmente atractivo, igual que ocurre con el encanto y los hechizos. 


Desde tiempos ancestrales la humanidad ha querido traspasar el umbral de lo real, de lo tangible, para adentrarse en un mundo espiritual y mental, utilizando la función simbólica que   se ha catalogado como  exclusiva del ser humano. Y la humanidad ha manifestado este simbolismo a través de hechizos, ritos, encantamientos e ilusiones, sobre todo representándolos en el arte, en todas sus maneras y técnicas de expresión plástica durante el devenir de los tiempos. Y por supuesto, a través de la escritura. 

Por ello creo que la ilusión ha sido uno de los grandes motores de la supervivencia del ser humano junto a la esperanza, al entusiasmo, a la perseverancia y  a la fe —ya sea de índole religiosa o en la ciencia—. 

¿Porqué sino fue el hombre a conquistar la luna? ¿Porqué sino descubrió otros continentes, lugares, etnias y los diversos nichos naturales donde subsistían? ¿Porque quiso dejar testimonio de su paso por este mundo con monolitos, dólmenes, piedras, pirámides y catedrales erigidas como ofrenda a un ser superior, o al mas allá? ¿Porqué quiso transmitir su historia a través del arte rupestre, de los signos y petroglifos y a través de papiros y papeles?  Para comunicar. Para comunicar y que trascendieran  sus vivencias y aspiraciones a las generaciones que compartían su época y especialmente a las generaciones futuras. 



Mas allá...  Una actitud. Una palabra que ha seducido al hombre desde tiempos ancestrales a recorrer el mundo. A adorar dioses A traspasar fronteras. A establecer relaciones con el resto de la humanidad allá donde estuviere,  y también  a comunicarse con el mundo de los muertos y de los espíritus; de lo oscuro y  lo tenebroso; lo cruel;  como si el ser humano necesitara enfrentarse de forma obsesiva a lo malvado, al dolor, al tormento, a los desconocido.  ¿Que va a encontrar pues, si tan solo busca eso…? 

Descubrir lo lindo, lo amoroso, lo agradable, lo bueno, la luz, La Paz, los sentimientos de empatía, los esfuerzos que suman, la tolerancia…podría ser mucho más gratificante.   Y me pregunto porqué la humanidad no lo encuentra. 


Queridos lectores, si alguno de vosotros se está preguntando el porqué publico hoy  este escrito teñido de ensayo, quiero deciros que ha sido a causa de la niebla. La niebla propicia la mirada hacia lo cercano. Propicia la introspección  y también quedarse en casa degustando una  taza de chocolate caliente contemplando el mundo a través de los cristales, o mirando un álbum de fotos.  O por el contrario,  nos invita a pasear…   
La niebla propicia el silencio en la naturaleza, donde las aves y los animalillos se mueven con cautela, pues no perciben a su depredador en la distancia velada. Propicia que la gente evite los lugares con poca visibilidad y que se utilicen luces mil que alumbren lo oculto, incluso en las ciudades. La niebla reviste ciertos peligros y también cierto encanto. 


La niebla me impide ver lo que me rodea, aunque lo intuyo. La niebla me reta  a adentrarme en su densa incertidumbre, mientras la hojarasca cruje bajo mis pies y mi ropa se humedece y me traspasa el frío a la piel, provocándome un escalofrío.  Apenas se escucha silencio alguno en el parque. El sonido gutural de un mirlo asustado que huye de mi presencia y que se escabulle  por entre los arbustos, me sobresalta. Pero una vez más, la llamada de la niebla me impregna de melancolía y me tienta a soñar. A imaginar. Como un hechizo me incita a traspasar el umbral de la realidad para adentrarme en un mundo imaginario repleto de seres misteriosos donde medran duendes  y hadas. Un lugar donde la ilusión transforma  mi pensamiento en algo mágico, que transcribo con unos trazos sobre el papel o  con un golpeteo sobre las teclas, donde sigo escribiendo mi próxima novela...  



Mi recomendación literaria para  un día gris como hoy es:  
El sabueso de los Baskerville, de Sir Arthur Conan Doyle.

¡Hasta la próxima entrada!