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miércoles, 17 de mayo de 2017

De la magia, la escritura y sus vicisitudes. #loscuentsdeflora


¡Bienvenidos de nuevo!

En esta entrada de hoy,  encontraréis alguna novedad. Pero en futuras entradas seguiremos  descubriendo  algunos  veleros clásicos y  otros temas de interés marítimo  y cultural, pero las circunstancias del día a día, han propiciado que hoy hiciera una trasluchada, que es cambiar de rumbo, cambiando las velas de amura, para virar por redondo.  Esta maniobra es necesaria para afrontar las condiciones a las que me enfrento,  que me obligarán durante un tiempo a hacer bordadas para mantener el rumbo, pero  eso implicará una demora en el tiempo de arribada. ¡Es lo que tienen el mar y la navegación: sujetos siempre  a cambios constantes e imprevisibles. ¡Como la vida misma!

Pero sigamos con la entrada de hoy,  que por cierto,  no era la que tenía prevista, pues este es un borrador que tenía guardado para un futuro:

No puedo parar de escribir. En unos  instantes,  un haz de luz  ha iluminado mi mente, haciendo brotar de ella historias inimaginables. ¡Ha sido la música!

Algo similar  me ocurrió hace algunos años, cuando estaba en casa, pues llovía a mares, por lo que en vez de salir de compras, me había puesto a ordenar unos CD antiguos, que tenía olvidados en un cajón del mueble de la cadena de música. Recuerdo que vi la carátula de uno de ellos. Un verde paisaje y el título de Celtic Twilight 2, lo que  me hizo evocar algunas melodías celtas que hacía tiempo que no escuchaba. ¡La tentación estaba servida!

Había dejado de llover y un sol incipiente calentaba la atmósfera. En un par de minutos,  estaba sentada en el sofá  escuchando la música, mientras contemplaba los árboles del jardín que estaba frente a mi ventana y  los edificios  que la niebla -que se elevaba del suelo- dejaba entrever a su antojo.  Y me deleité con algunas que me gustaban especialmente. Wayfarer, de Brian Dunning  e Inishbofin, de Robert Leon. Esta última  siempre me provoca cierta melancolía.

Pero aquel día fue diferente. Ella  fue precisamente  la que abrió mi mente. Inishbofin fue mi musa. En apenas unas horas, mi cerebro cual vorágine, vomitó un sinfín de ideas desordenadas, que poco a poco fueron tomando forma a lo largo de una decena de páginas escritas con vehemencia. Y me dejé llevar. En un par de horas, la niebla reinante, la música y mis ideas se entrelazaron con la magia de la inspiración. Fue como una revelación. Como si aquellas ideas hubieran estado allí en mi mente, encerradas y la música hubiera actuado como un revulsivo, o como una llave capaz de liberarlas.
Y me dejé llevar.

El caso es que una idea inquieta -de esas que se te meten todo el día en la cabeza, sin que puedas zafarte de ellas-, me hacía rumiar y rumiar , pues el nombre de la melodía me resultaba conocida y no lograba recordar de qué…. Lo había leído en alguna parte. ¿Donde había visto yo el titulo de esa canción?

Y…¡Voilà! Por fin lo recordé.  ¡Inishbofin era una isla del noroeste de Irlanda! Había visto de pasada aquel nombre cuando indagaba en google  para documentar  una de mis novelas, sobre la reina de los piratas irlandeses: Grace Ò Malley. (1530).
Grace -a la que los irlandeses llaman Granuaile-, fue una mujer intrépida, una mujer navegante que heredó la flota corsaria de su padre y  que llegó a parlamentar  en latín con la mismísima Isabel I, -la pelirroja- para negociar el cese de los tributos que aquella mujer navegante, exigía a todo barco que cruzara por las aguas de la bahía de Clew y  por Clare Island, donde aún se erige su castillo. A cambio la reina inglesa liberaría al hijo de Grace, al que tenía  retenido como moneda de cambio.

A partir de  la melodía, cuyo título se desprende del nombre de la isla,  comencé  -hace ya muchos años-, a escribir la novela  de fantástica que estoy  revisando en la actualidad y que se titula: Cuentos de la Dama del Mar.  Esta novela está ambientada  en el pequeño archipiélago de Irlanda, donde unos sucesos extraños contemporáneos coinciden con los efectos de una antigua  maldición que pesa sobre algunos de sus habitantes, que han creado un vínculo excepcional con algunos seres que viven  las profundidades marinas... Disfruté mucho escribiendo esta novela  y espero que cumpla las expectativas de los lectores que gustáis de éste género en el que la fantasía y la realidad se entrelazan.

Este proyecto literario y la ilusión que despertó en mí, nació de la  liberación de mi creatividad que fue posible gracias a los músicos y a los compositores de esta melodía. Frecuentemente valoramos este hecho en las bandas sonoras de las películas. No serían lo mismo sin "su" música.  Ellos hacen posible que la música nos llegue al corazón y también al cerebro.

La música  es capaz de llegar hasta ese recóndito lugar  del cerebro,  donde los sentimientos y el ánimo son capaces de resurgir con la fuerza que la melodía nos transmite, liberando las emociones  allí donde fracasaron las palabras...




Aunque las imágenes de este vídeo no se corresponden con la isla,  la música si que transmite toda su esencia, sobre todo en la época en que hay niebla o temporales inishbofin.com
……………….

Hoy os ofrezco  un  "copia y pega", de un fragmento de los primeros capítulos de esta novela fantástica. 
 ………...

EN LA TABERNA DEL PUERTO

       Conchúr, el más anciano y encorvado habitante de la isla de Inishbofin, -fácilmente reconocible por sus azules ojos enjutos, casi cegados por sendas cataratas-, contó  un sinfín de patochadas en uno de sus habituales delirios y tras algunas pintas de más de cervezas, a  un joven becario: un científico que se hallaba junto a él, y que miraba fijamente hacia las ruinas del castillo de Crowell, al otro lado de la pequeña bahía. 
El joven lo escuchaba con evidente desinterés, -mientras limpiaba con sus delgados dedos, enfundados en una pequeña gamuza, el vaho de los cristales-, pues le impedía ver  por entre la cortina de agua que caía del tejado.  En esto, que un rayo quebró el silencio.
-Ves? -dijo  el anciano al tabernero, señalando al muchacho con cierta irreverencia.  Si hubiera aquí alguna mujer joven, no estaría perdiendo el tiempo mirando cuatro piedras…. ¡¡ja ja!!  A mal sitio ha venido, que aquí no va a….
-Conchúr ¡Ya basta por hoy! -dijo el tabernero retirándole el vaso vacío de su mano.  ¡Vete ya  para casa!  -murmuró, haciéndole una mueca de reproche.
El anciano por toda contestación resopló y seguidamente acomodó su torcida espalda en el respaldo de la silla, y rascándose la cabeza, dijo:
-¡Eeh joven!  Te aburres, ¿eh?
-Pues sí. Ya son muchos días lloviendo.  Aquí con este mal tiempo no se puede hacer nada y hasta que no se calme el mar, no zarpará el ferri.  
-Te quedan unos días  de estar aquí todavía, se de lo que hablo.
-Ni la avioneta tampoco va a venir, me acaban de decir. Hay alerta por una fuerte borrasca y  que  puede haber vientos huracanados de más de 140 kms. por hora.  ¡Vaya suerte que tengo! -se lamentó el joven-.
-Ahhh, ¡Ya veo! Tú eres  uno de esos que vinieron  hace meses a fisgonear  lo que pasa con el remolino y  con los destellos que salen del mar en el West Quarter…¿no? ja.ja…
 -Si, pero yo  llegué hace tan solo dos meses  y ahora me he quedado para esperar a que vengan a recoger el material y el campamento.
-¿Os vais? ¡Ya era hora!. Harto estoy del ruido de helicópteros y aviones, desde que llegasteis.
-Pues ya se quedará tranquilo. Nos han cancelado  la subvención porque no ha habido  resultados fiables científicamente.  Yo creía que…

Cof, cof cof…
Tosió violentamente el viejo -interrumpiendo adrede la conversación del joven-.  

-Una pérdida de tiempo y de dinero hijo. ¡Si me hubieran preguntado! Pero me invitaron a una pinta y me dijeron que me fuera a dormir, los muy….
-¿Preguntarle a usted? ¿Acaso sabe usted algo que no sepamos nosotros? -dijo con cierta curiosidad.
-No se mucho.  Pero lo suficiente, como para que no volváis más. Oye chico, ¿cómo has dicho que te llamas?

El chasquido  de un rayo interrumpió al joven, que contestó con cierta prevención, pues no sabía cómo catalogar la actitud  descarada de aquel anciano. Un ruido procedente de las sillas de madera que había al fondo de la taberna, donde se estaban acomodando los músicos que iban a tocar aquella noche, les interrumpió.
-Ó’Reilly. Me llamo Alan Ó’Reilly.
Una lluvia de rayos rompió el breve silencio que se había producido a la par que el muchacho decía su nombre.
-¿No vendrás de Cork?  -dijo el anciano con una mirada atenta, fijándose en el rostro del chico. 
 Un trueno retumbó tan fuerte en aquel momento,  que pareció que se  quebrara el cielo, haciendo temblar   los cristales.  Y una cortina de lluvia oscureció súbitamente la diáfana luz del exterior.
-No sabía yo que la cerveza  provocara videncia, -dijo con sarcasmo el joven. Sí. Vengo de Cork.
-¿Acaso tienes algún pariente que haya muerto en un naufragio por estos mares, hará unos diez años? Un tal  John…-dijo con voz trémula.
Alan desencajó los ojos ante las palabras de Conchúr. Y tras unos segundos balbuceando, le preguntó:
-Co…¿Como sabe usted esto? ¿Conoció a mi padre?
-Tu padre. ¡Ahhh!. Así que John era tu padre…vaya,  vaya… -murmuró mientras jugueteaba con  con un posavasos que había encima de la mesa. Qué casualidad -exclamó. Sí. Lo conocí. Fui embarcado con él en aquel maldito buque, pero yo tuve suerte…, aunque bien mirado, quizás no. ¡Que más da!
-¿Qué estuvo embarcado con él? Dígame… ¿Qué  le pasó en realidad?... ¿Eran amigos? ¿No pudo hacer nada por él?… -preguntó con ansiedad. Mi madre murió sin saber apenas nada de cómo fue su desaparición. No pudimos ni llorar su cadáver, nunca se encontró. El océano se lo llevó, nos dijeron por toda explicación.
-Sí. Eso es muchacho. Allá estará, quizás mejor que si estuviera aquí.
-¿Cómo dice?
-Bah, no me hagas caso, que a veces no sé lo que me digo.  Lo cierto es que  trabajamos juntos cuatro años. Umm… Ahora que me fijo bien… Alan, estas igual que  eras de pequeño. Más de una vez me había enseñado una foto que siempre llevaba consigo, y me había dicho que si algún día le pasaba algo, que os enviara sus pertenencias y que yo me quedara el ron. Pero pfff.. -masculló resoplando-, se las llevó con él al fondo del mar, hijo. Es  un buen hombre tu padre. Piensa en que estará feliz allá donde esté.
-Era.
-¿Como dices?
-Ha dicho es.  Ya murió mi padre, ¿recuerda?-dijo el joven con los ojos brillantes por las lágrimas.
-Será eso. Perdona las palabras de un viejo borracho como yo, hijo. Ya no sé lo que me digo.
-¿Puede contarme algo del naufragio?
-No me gusta recordarlo chaval.
-Necesito saber que pasó..
-Por ser quien eres, haré una excepción.

Y dicho esto, comenzó a explicarle como fue  el accidente de aquel buque y como acaeció la tragedia de aquel día. Luego le dijo a Alan, que aquella foto suya la guardaba su padre en el camarote que ambos compartían;  y que la cogió apresuradamente con algunas pertenencias antes de abandonar el barco, para embarcar en  las chalupas de salvamento. Y la puso dentro de una lata cerrada herméticamente, para preservarla.

-Y ahora viene la parte que te va a gustar, chaval.
-¿Porqué dice eso? ¿Qué tiene esto de bueno?  Estamos hablando de la muerte de mi padre…
-Pues, que la tengo yo, chaval -dijo esbozando la sonrisa que se adivinaba bajo su canosa barba-. La he guardado desde entonces. La  encontré flotando, luego de que tu padre se sumergiera hacia el fondo, con los demás.
Es sorprendente y triste  todo esto que me cuenta!.  Y que usted haya guardado esa lata con la foto  -dijo el joven. No se qué pensar. Nadie nos dijo nada de todo esto. Y usted , ¿porque no lo ha…?
-Si quieres, acompáñame a mi casa, y te la doy, puesto que doy por hecho que  la quieres. Es tuya.
-Por supuesto, gracias. La verdad que me siento muy extraño. Todo esto me sobrepasa. Si me hubiera ido con mis compañeros nunca lo hubiera conocido a usted. Y en apenas una hora, descubro todo esto. ¡Tantos años repletos de preguntas y todas contestadas en apenas una hora! Mi madre habría muerto en paz, de haberlo sabido... Es increíble  -dijo con voz entrecortada el joven. Y   le preguntó con temor: ¿sufrió?
-No. Para nada. En estos mares helados no te da tiempo ni de sufrir, hijo.  La hipotermia te sume enseguida en un estado de semiinconsciencia. No. No sufrió. No pienses más en ello…
-Ponga un par de pintas, por favor -dijo Alan al tabernero-, mientras enjugaba una lágrima del rabillo del ojo con el reverso de la mano. -Conchúr,  invito yo.
-Está bien, chaval, está bien  -contestó el anciano  alzando la voz, pues los músicos comenzaban a afinar sus violines y a tocar sus flautas,  susurrando una conocida melodía celta, mientras marcaban el ritmo con sus pies-.
………..

Quiero añadir en la entrada de hoy,  que  la lectura, la escritura y también  este blog, son importantes para mí.  Y que a mi pesar, la  retina  de mis ojos me está  marcando los tiempos y el esfuerzo, por lo que desde hoy,  he de claudicar  a algunos períodos de reposo y descanso  para que no empeore mi visión. Nada nuevo. Es algo recurrente que debo de atender adecuadamente y precisamente, para poder seguir disfrutando de la escritura y la lectura en el futuro.

💥Por tal motivo he de moderar temporalmente la escritura y también mis entradas a este blog,  hasta que pueda normalizar el ritmo de nuevo, que es lo que deseo.

Despido la entrada de hoy con un vídeo de Enya en el que bien pudieran encontrarse cómodos algunos de mis personajes. Espero que os guste.

¡Gracias a todos por vuestro seguimiento!





¡Hasta pronto!





miércoles, 10 de mayo de 2017

¡Muerto al agua! Zarpamos rumbo a Mallorca


¡Bienvenidos a bordo!


En 1841, en la isla de Ibiza se construyó uno de  tantos veleros que salían de los astilleros, al que se llamó Rafael Verdera.  El interés que me mueve hoy a presentaros esta magnífica embarcación, es que a día de hoy  sigue navegando por el Mediterráneo. Y esperemos que por muchos años más.

¡Es el barco mas antiguo de la flota española en activo!

Y esto es así, porque navega.  Paradójicamente, la orden de largar los muertos* con asiduidad, es la acción que precede a la maniobra de  zarpar para navegar. Y probablemente es lo que ha mantenido viva a esta embarcación durante más de un siglo, además de los cuidados para su mantenimiento.

(*Los muertos son unos gruesos cabos que están fijados a unos lastres de hormigón que descansan en el fondo de los puertos. 

Unos están ubicados al pie de los amarres de los muelles, donde acotan la distancia de seguridad del casco al dique de hormigón; y otros, también a modo de tirantes submarinos, se tensan un poco más allá, sobrepasando el límite de la eslora (largo) de la embarcación  en dirección contraria al muelle. 

Sirven para amarrar y asegurar las embarcaciones, par protegerlas ante el oleaje y el viento, evitando que se muevan los barcos  cuando están atracados. Así  evitan que choquen con las embarcaciones de su alrededor y con el propio muelle.) 


En una época en que el Rafael Verdera estuvo inactivo y amarrado en un puerto de Formentera, -lo cual podía suponer su sentencia de muerte-,en 1985 fue adquirido por Mikel, quien vive a bordo desea embarcación desde hace muchos años, con toda su familia y algunas mascotas fortuitas que disfrutan plenamente de su libertad jugueteando en la proa,  www.rafaelverdera.com

Esta es una historia real e interesante, de un barco que ha sobrevivido gracias a la tenacidad y cuidados de su armador y su familia , pero que aún así pertenece a La Flota de la Extinción, pues supone el último eslabón de unas artes marineras y de  los oficios artesanos ligados a estas embarcaciones; no ocurre así en otros países. Un  tema arduo que  evidencia las condiciones en que está la escasa flota de embarcaciones tradicionales en nuestro país, y que trato en uno de mis libros. 

Esta familia  nos demuestra  que la navegación puede ofrecer una forma  de vivir la vida de manera diferente, con otros valores  y actividades que no son posibles  tierra adentro, donde en muchas ocasiones estamos encajonados entre una selva de altos edificios y rascacielos, que acotan la expectativa y la visión amplia del mundo que nos rodea, impidiéndonos  contemplar el horizonte...


Una vez finalizada la  singladura  con esta familia por las aguas Baleares, 
os propongo un cambio de rumbo. 

 ¿Qué es sino la escritura? ¡Un viaje sin fin! 

Hoy me apetece compartir con vosotros un fragmento de una de mis novelas, cuyo título desvelaré próximamente, y que se desarrolla también en un velero: en este caso a bordo en un bergantín:

(…)

Lahplata soltó los muertos  y dejó que se hundieran en las verdosas aguas del puerto.
Aquí quedás, muertos y bien muertos, hasta  la vuelta de nuestra singladura africanadijo a viva voz el contramaestre argentino, mientras le guiñaba  un ojo a Aimé, que estaba detrás mío—.
Luego se secó  las  manos en el pantalón, pues los cabos estaban chorreando.  Vanhton  quitó rápidamente las estachas de amarre,  que rodeaban con una enorme gaza al  negro  bolardo de hierro que  estaba en el borde del muelle y saltó  diligente  a la pasarela que estaba sujetando Rastafari para  que pudiera subir a bordo.  
Rastafari era el más joven de la tripulación: “un neguit”,  pues no paraba quieto; un chaval moreno con largas rastas y con las orejas perforadas con varios pearcings, que  hacía un chiste de cualquier comentario. 

En la popa, el capitán daba las órdenes a la tripulación mientras aceleraba el  ralentí  de los motores del barco,  para iniciar la maniobra para zarpar:
¡Lahplata, cobra estachas de  sotavento!
—Vanhton... ¡cobra  las estachas de barlovento, que  se enredan en  el spring!
Okay, mi capitán respondió Vanhton, con esa forma de hablar medio holandesa a la que jocosamente llamábamos spanishland—.
—¡Defensas arriba!
Las guardo en el  tambucho de proa —gritó L'Enshaneta, el gaviero,  desde la amura de estribor.

El  capitán dio varias ordenes a Rastafari, mediante un rebujo de palabras incisas y concretas todas ellas en un argot ininteligible para los neófitos como yo,  con las que les comunicó a los marineros las próximas maniobras  a realizar. Y entonces comprendí que  la clave del argot marinero es:   la asertividad.
—¿Podés ayudarme con esto? —dijo Lahplata. Que me voy a quedar chueco de verdad.
—¡Voy! Espera que te ayudo —dijo Aimé, mientras andaba hacia el pasillo de babor.

El capitán, desde la bitácora, dio una voz a proa  a L'Enshaneta, que  fue sin demora a ayudar a su compañero.  Frank me había estado explicando en el puerto  mientras  estibaban las vituallas y los equipajes—,  sobre algunas peculiaridades notorias de la vida a bordo de  un barco;  y ahora, liberado ya de la maniobra  de zarpar,  conversó  conmigo en un tono de voz más bajo y paciente.
¡Hay que ver las voces que dais!   exclamé sorprendida.
—Pues es la única manera de que te escuche el que está en la cofa o en la proa. Y no es cuestión de poner altavocesdijo  Frank con cierto chascarrillo.
Ya me lo figuro  respondí  mientras me acomodaba en el banco que estaba situado  al pie de la bitácora.  

Y dejé  el cuaderno verde donde tomaba las anotaciones sobre la mesa, por si pudiera necesitarlo.  Lo había adornado con una bonita fotografía del bergantín sobre la portada. Y en él pretendía anotar todo lo relacionado con la  excepcional navegación de este viaje,  a modo de cuaderno de bitácora.  Mi diario de a bordo personal. 
Este viaje va a ser como un Máster para mí dije entusiasmada. No es lo mismo navegar  durante un día o una noche esporádicamente, que realizar una singladura de tantos días, y además  traspasando del Mediterráneo al Atlántico.  Estoy emocionada.
Valdrá la pena. Ya te darás cuenta de cómo cambia el color del Mediterráneo al Atlántico, y de cómo la amplitud de las olas  y su cadencia son completamente diferente. Incluso apreciarás el cambio de la luz del sol de un continente a otro. La experiencia será inolvidable —aseguró el capitán.
—¡Que bien! Cuántas cosas nuevas, sin apenas moverme de unos pocos metros cuadrados de madera flotante dije sonriendo.
Lo mismo te hartas, que la singladura será larga y si el tiempo no acompaña, podría ser muy dura.
El tiempo dirá. Por el momento, hoy hace un día magnífico y no quiero pensar en nada más.Y  mirando hacia el horizonte pensé en el Atlántico. Por delante tenía un océano por conocer; las costas de África para contemplar;  bajar hasta el Ecuador,  un reto. Treinta y dos días a bordo de en un bergantín: una nueva experiencia;  un nuevo  mundo por descubrir.

Frank me explicó  la gran relevancia que tiene la  buena convivencia en un barco;  y haciendo hincapié en ello, me dijo: 
La comunicación es  un  elemento clave. En un barco, la disciplina y el compañerismo son imprescindibles. Bien podríamos compararnos a los mosqueteros: uno para todos y  todos para uno, pero sin escaramuzas ni floretes dijo sonriendo.  La coordinación, la responsabilidad, la autonomía en las tareas y  también la solicitud de ayuda, son de gran importancia para una buena cohesión de la tripulación — añadió con satisfacción.

Y me impregné de los contenidos de  dicha conversación:  disciplina; decisión y capacidad de resolución; responsabilidad; respeto y compromiso; coordinación; asunción de la cultura del esfuerzo. Solidaridad. Todos eran conceptos aprendidos y transmitidos en el eslabón de los oficios del mar, y  escribí rápidamente en mi libreta verde:

Un eslabón, quizás el último eslabón... —escribí, mientras mi mente fluía desde  mis dedos hacia la punta del bolígrafo:  un trazo  de tinta, que fijaría mi pensamiento.

(…)


Mi recomendación literaria de hoy:  El miedo a la libertad. Erich Fromm


¡Disfrutad del viaje!









jueves, 4 de mayo de 2017

Veleros tradicionales y algunos entresijos más. #loscuentosdeflora


¡Bienvenidos!


Antes que nada, quisiera recordaros la premisa que rige en los barcos, para los que no estáis acostumbrados a navegar y también para los que, como yo, llevamos demasiado tiempo en dique seco:

-Lo primero es no caerse por la borda. ¡Y la puntualidad en el embarque! 
-Lo segundo, es que en un barco cada cosa ha de estar en su sitio.
-Tercero,  que cada maniobra o tarea  de a bordo, hay que llevarla a cabo en su  justo momento. No hay lugar para el aplazamiento.
-Cuarto, que la buena comunicación  entre los tripulantes, es esencial. 


Y aunque hay más consideraciones a tener en cuenta, las iremos abordando con el tiempo en  el blog y mediante algún fragmento de una de mis novelas, de la que ya os hablaré cuando acabe de revisarla.


El caso es que la idea se me ocurrió hace algunos días, mientras estaba metida en faenas, limpiando el polvo en la biblioteca; me acompañaba  Irene, la mas joven de mis amigas, con la que acababa de tomar  café, tras lo cual, seguí apilando algunos libros de  Joseph Conrad. En alguna de sus  portadas había la silueta de algunos barcos antiguos y hablamos sobre ellos.   


Irene  apartó las tazas del borde de la mesa  con  cuidado y se apoyó en él  mientras limpiaba  las gafas con sus delgados dedos,  que frotaron insistentemente los cristales, enfundados en un trapillo.  Su rostro pecoso se iluminó al decirme  que  desde siempre había soñado con navegar en un velero clásico  pero que  no conocía ninguno que estuviera en un puerto cercano. Atusó su rubio cabello de la frente. Sus ojos azules  lucían  mas grandes  tras ponerse las gafas y con cierta melancolía me comentaba  que  disfrutaba mucho viendo las películas en las que se podían contemplar grandes veleros, pero  que le parecía algo inalcanzable. De otra época.

No creas -le dije mientras  barría  con un pincel  el polvo añejo de los libros-.


La mayoría de navíos que salen en las películas son barcos reales que en ocasiones se mantienen para la industria cinematográfica,o  como objeto de museo,  pero también  como buques escuela en artes de la navegación a vela y también para la explotación turística y el ocio en vacaciones. 

-Mira, ahí tienes un ejemplo -dije señalando a un  libro que tenía en la estantería que quedaba por encima de su cabeza-. Pásamelo, por favor.

Irene cogió aquel volumen, de entre los muchos que tengo de  Arturo  y leyó en voz alta:
-La Carta Esférica. Me suena…
-¡Exacto! La película -si no recuerdo mal-, se rodó a bordo de la goleta La Morena. Y creo que  tiene el amarre en Cartagena. Ya ves, no está tan lejos de tu casa de veraneo. 
-¿En serio?


¡Y tanto! Vamos a comprobarlo -le dije entusiasmada. Espera que cierro la entrada de mi blog, que lo he dejado a medias.  Voy a pinchar en la web de  marinetraffic,  -añadí-, pues siendo un barco de recreo seguramente lleva instalado el AIS.


[(El AIS un artilugio de obligado uso en barcos de pasajeros, mercantes, pesqueros, remolcadores y barcos de salvamento, que emite una señal que posibilita la localización del barco allá donde esté, en cualquier lugar del mundo, si está conectado, claro). Una de las webs para  localizarlos es marinetraffic.com/es   El buque se detecta con una figura diferente, según esté navegando o parado. Si navega es una especie de triangulito de color.  Cada color indica un tipo de barco diferente.]


Puse el nombre del barco y sailing vessel, porque es un barco a vela y también puse la bandera  del país donde está registrado… ¡Y allí estaba!  En la pantalla del ordenador, vimos un cuadradito estático donde ponía goleta La Morena, en un puerto del levante.  Pero no era  en Cartagena. Ahora estaba en Benalmádena. Seguramente -pensé-, están realizando su puesta a punto y reparándola  para  las singladuras veraniegas por la costa levantina.  Pero lamentablemente no fue así.

En nuestra búsqueda por internet, también pudimos comprobar ¡que está en venta!  ¡Vaya!

Y me quedé pensativa.    ¡Otro velero tradicional que queda al margen de la protección cultural!  Precisamente son estos barcos los que albergan y posibilitan in situ la transmisión los antiguos conocimientos de las artes  de navegación tradicional a vela y  de construcción artesanal en madera. Y ambas artes  se podrían enseñar  en nuestro país a bordo de ellos,  a modo de buque escuela y  como también como ocio, como hacen en otros países,  -si la administración les diera un poco de apoyo o subvencionara parte de su mantenimiento, amarre, o gastos de varadero, que tanto necesitan-, ya que su mantenimiento es  costoso, tanto en trabajo, como en dinero. Igual pasa con las obras de arte, sean lienzos, esculturas, frescos, retablos, o lo que sea.  Y eso si que se protege.


El arte y el patrimonio cultural marítimo,  van más allá  del rescate de los pecios  que descansan en el fondo de nuestras costas;  o de los fondos documentales y de los legajos de los archivos históricos, y de la conservación  de objetos antiguos;   también  de los preciosos lienzos  que se hallan en el Museo del Prado, en el museo del Louvre, o en el del MNAC, por poner algunos ejemplos.

No concebiríamos ver  algunos lienzos de Velázquez, de Sorolla, de Matise, de Rembrandt, o de Van Gogh, largados como velas  en el mástil o las vergas  de un barco. Tampoco entenderíamos por qué  la escultura  del  David de Miguel Ángel, pudiera estar sumergida en el mar, como ancla de fondeo.
  
Los barcos de madera que todavía flotan y  pueden navegar -y los que, por mil causas, están varados o hay que reparar-, también forman parte de la historia. Son un museo flotante y dinámico al que hay que proteger y promocionar, porque  todavía están vivos. 

Valoramos muy poco lo que todavía  tenemos.  Y todo es, o debería ser, compatible.  El presente y el futuro de las artes de la pesca tradicional, de los oficios y de las embarcaciones de madera y, en resumen —del bagaje milenario de la navegación tradicional—,  se nos va por el desagüe de una mal llamada modernidad.  Es necesario garantizar con diligencia  la  protección y la promoción de la cultura marítima, que por fortuna y con gran esfuerzo, todavía emana de la escasa población marinera que  se extingue en nuestros pueblos costeros. El momento actual es un punto de inflexión.   astillerosnereo.es   ¡Estamos en el último eslabón!


¡Un país rodeado de agua por todas partes menos por una,  que vive de espaldas al mar y a su cultura marítima y tradicional! 


Todo esto lo digo porque no ocurre lo mismo con los recursos millonarios  que destinan nuestros gobiernos a la construcción de diques y muelles para promocionar el amarre de los megayates de la Jet Set  de los multimillonarios y magnates, sobre todo internacionales.  Mientras, nuestra flota de barcos de madera tradicional, -la poca que queda como único bagaje histórico de la cultura y de algunos oficios artesanos-, se extinguen bajo el peso del titánico esfuerzo laboral y comercial que desarrollan  sus propietarios para que no desaparezcan, siendo abandonados a su suerte por la administración.   ¡Es indignante!  



Entonces  se me ocurrió que podía daros a conocer en el blog,  al igual que hice en una de mis novelas, la historia de algunas de estas embarcaciones tradicionales pues algunas de ellas tienen su amarre en puertos de nuestra península y de nuestras islas. Y también creo interesante en mostraros algunos barcos emblemáticos y peliculeros del extranjero, para ampliar la lista de veleros  que todavía están en activo.  
¡Que buena idea!

Le facilité a Irene  algunas webs para que pudiera hacer realidad su sueño  navegando a bordo de un gran velero, (tall ship) en el que podía colaborar con las tareas de a bordo, además:  Sail Training International.  Incluso podía ser de interés para algunos lectores de este blog: sailonboard.com  la web está en inglés, pero podéis usar el traductor. 

Pensé que podía ser interesante adjuntar en  algunas de mis  entradas,  vídeos y datos para que podáis localizar a estos barcos, de los que en algún caso  haré algún resumen monográfico.

¡Muchos sueños son posibles! Solo hay que creer en ellos y buscar el como hacerlos realidad.

Entusiasmada con la idea, me senté sobre los peldaños de la escalera en la que estaba encaramada y estuve hablando con Irene largo rato sobre el tema.  Tenía la mejilla hundida por la palma de su mano,  pues apoyada  con el codo en la mesa, escuchaba embelesada lo que le estaba contando. La conversación comenzó  hablando de La Morena y de la  novela de Arturo -al que tengo dedicada  toda una estantería- y acabamos hablando de las cartas de navegación y del cálculo del triángulo esférico, ese que queda determinado desde el lugar donde estamos, el lugar de destino y el polo de la tierra del que tomamos referencia.

Al cabo de un rato, Irene tenía que marcharse que ya iba justa de tiempo para recoger a su nieta a la escuela. 
-El miércoles próximo tengo un par de horas libres y podemos hacer la reserva para este verano. ¡Que ilusión me hace!. Uff.. tengo que irme... -Me ha encantado hablar sobre todo esto, contigo.
-Vale, el miércoles quedamos y miramos en que puerto puedes incorporarte. Lo mismo me apunto yo también.  ¿Te imaginas? -¡Las dos juntas a bordo de ese pedazo de barco!
-Sería estupendo. Me voy corriendo. ¡Hasta el miércoles!
-Adiós. Un beso a la pequeña, de mi parte.

Una vez se cerró la puerta,  suspiré emocionada y me dispuse a colocar los libros en su sitio.  Luego seguí escribiendo en mi blog algunas pinceladas sobre el tema:



Uno de los responsables sobre importantes avances sobre la navegación, fue un matemático y astrónomo portugués, un tal Pedro Nunes, pues publicó el Tratado de la navegación, (1.546).  Constató unos aspectos cruciales que determinaron la diferencia entre  los cálculos sobre la línea loxodrómica  -en que se sigue y se dibuja en la carta náutica un rumbo constante, dando como resultado un trayecto mas largo,  y la línea ortodrómica -que es la que exige una constante modificación del rumbo-, pero que nos proporciona un trayecto más corto como resultado de dichos cálculos.

Al ser la tierra una esfera, las mediciones y los cálculos náuticos configuran sobre los meridianos,  un triángulo  en volumen,  que podríamos comparar  a la cata que hiciéramos en una sandía redonda. Las ecuaciones  pertinentes,  teniendo en cuenta el arco del meridiano que queda dibujado -nada fáciles y de las que me declaro negada por completo-,  darán como resultado la distancia exacta entre el punto de origen y el de destino. Esta figura resultante es sustancialmente diferente al dibujo lineal sobre la carta náutica.

No se más. 

O sea que si os interesa el tema tendréis que indagar por otros derroteros, nunca mejor dicho.




¡La carta náutica! ¡Apasionante!  Soy neófita en estos temas, pero me pasaría horas y horas contemplando las áreas de los bajíos,  escudriñando los metros de profundidad de las diferentes plataformas continentales y de las abismales  fosas marinas. También me encanta observar las cartas  náuticas de viento. Y los derroteros. Esos que describen perfectamente las costas de las islas y continentes y  que  también marcan la ubicación 
de  naufragios, plataformas petrolíferas, etc y sobre todo de los faros  y la cadencia de 
sus destellos. 


Lo que no cogeré nunca es el almanaque náutico: me marea solo mirar las páginas repletas de números y columnas, pero que sepáis que es imprescindible para navegar y  realizar  los cálculos náuticos;  y  tiene caducidad, pues cada año es diferente. En él se detallan las mediciones de la altura del sol y de la luna cada hora durante los trescientos sesenta y cinco días del año y facilita las formulas para corroborar la hora de paso por los meridianos, las declinaciones y muchas cosas más -que os repetiría como un loro, pues no soy capaz de entenderlas-. 

Para alguna de mis novelas tuve que consultar el anuario de mareas… ¡Me encantó saber a que horas sube y baja la marea en cada lugar, pues es diferente a pesar de ser el mismo país y el mismo mar el que baña sus costas y varía cada año! Es impresionante. 


Os invito a que os sumerjáis en ellos, ya sea en una biblioteca, o mejor, a bordo de algún velero. Si sentís curiosidad por estos temas,  existen cursos de patrón de embarcaciones  y seguramente será una experiencia muy grata si sois amantes del mar y de los barcos. 



Como en todo, es bueno  relativizar, observar  y abrir la mente. Si no nos elevamos del plano del agua del mar, el horizonte puede quedarnos  tan solo a un tiro de piedra.  En cambio, si nos subimos al mástil de un barco, el alcance de la visión se amplía cuanto más alto subimos, pues podemos otear el horizonte  a 6 millas náuticas y más allá…  Y esto nos sirve también como una actitud ante la vida, además del  ámbito náutico.


Mi recomendación literaria  para hoy es:  la Carta Esférica.  Autor: Arturo Pérez-Reverte

¡Buena suerte y buenos vientos para el destino de esta entrañable  goleta, La Morena!  

¡Nos vemos en  la próxima entrada!